
Guía de estudio
5 DE MARZO: Ejercicio diario 1. ¿Piensa que consigue más beneficio de algo realizado con gran Más detalles
Como ciervo que brama por las corrientes de agua, así mi alma clama por ti, mi Dios. Mi alma tiene sed de ti, Dios de la vida; ¿Cuándo vendré a presentarme ante ti, mi Dios?
— Salmo 42:1-2 (RVC)
Las conocidas primeras líneas del Salmo 42 nos recuerdan que las personas fueron creadas para anhelar y clamar por la presencia de Dios. La imagen de un ciervo sediento pinta una escena todavía más conmovedora y poética. Un ciervo solo, junto a un arroyo se sentiría nervioso y expuesto. La necesidad que impone la sed lo llevaría a la orilla del agua, pero el mero acto de beber lo coloca en una posición de vulnerabilidad. Por ello, antes de tomar un sorbo, brama para prevenir a cualquier predador y buscar la ayuda protectora de compañeros que pudieran estar en las cercanías.
El salmo nos alienta a clamar a nuestro Creador desde lo profundo de nuestro ser y reconocer que necesitamos que el Dios de la vida actúe a nuestro favor. Nuestra existencia está enlazada a la vida y a la voluntad creativa de nuestro Señor. Ahora bien, desear ver literalmente el rostro de un Ser tan inmenso podría resultar peligroso, con consecuencias no deseadas. Tal como advierte Éxodo 19, experimentar la presencia directa de Dios está más allá de nuestra capacidad humana.
El acto de orar, como lo describe el Salmo 42, intercede adecuadamente en nuestro compromiso con semejante Ser poderoso. Sí, existen límites entre Dios y los seres humanos, pero cuando clamamos al Señor podemos estar seguros de que el Creador del universo nos ama y quiere relacionarse con nosotros.
— Reverenda Kimberly Orr
Editora Mundial
The Upper Room
Compartir en redes sociales