ENTREGAR EL CONTROL

1 de julio, 2020 por Andrew Breeden

Hace unos años comencé a jugar al golf. Aunque a veces es frustrante, también puede ser un deporte muy gratificante. Dar un mal golpe no tiene importancia si se compara con la alegría de dar uno bueno, en el que la pelota llega justo al lugar deseado. El resultado de mis primeros tiros en el campo de práctica fueron perder la pelota y levantar césped y tierra. Si llegaba a golpear la pelota, solo Dios sabía hacia qué dirección saltaría.

Comencé a tomar clases para mejorar el juego. El instructor me reiteró una y otra vez que estaba «sofocando la pelota». Estaba tan concentrado en el control de la pelota que tensaba los músculos y mi cuerpo tomaba una pose extraña y no permitía que el palo hiciese su trabajo. Como resultado, solo uno de cada diez golpes era bueno. Mis tiros mejoraron cuando aprendí a relajarme y a confiar en el palo de golf.

Aprendí mucho sobre mí mismo al analizar mi forma de encarar el golf. Ejerzo control excesivo en muchos aspectos de la vida. Me concentro tanto en controlar, e incluso forzar, el resultado de algunas situaciones que no dejo espacio para que Dios obre. Normalmente esto hace que todo empeore. Cada vez entiendo mejor que una parte de entablar una relación con Dios es saber cuándo dejar en sus manos las preocupaciones. La clave es tener la sabiduría de dar lugar a Dios para que Dios haga lo que mejor hace — obrar para mi bien.

La Biblia está llena de ejemplos de personas que entregaron el control a Dios para que obrase en sus vidas y en las de su pueblo: Noé, Moisés, Josué, Rut, Jonás, María, los primeros discípulos. Moisés ayudó a liberar a los israelitas de la esclavitud. Josué condujo al pueblo de Dios a través del Jordán y hasta Canaán. Jonás finalmente fue a Nínive. Cada uno de ellos nos muestra el valor de confiar en Dios y no en nuestras capacidades limitadas.
A lo largo de la Biblia, podemos ver lo mucho que nos ama Dios y que Dios solo quiere lo mejor para nosotros. Pero esto implica que a veces debemos dejar de lado nuestras preocupaciones, temores e ideas para que el Señor obre. Noé cumplió con la orden de construir un arca aunque no había caído ninguna gota de agua y seguramente lució como un tonto. Ana entregó a Samuel al Señor tal como lo había prometido, a pesar
de lo difícil que debió ser dejar ir al hijo que tanto amaba. No siempre me nace naturalmente confiar de esta manera.

Una de las lecciones más duras que he tenido que aprender— y que todavía estoy procesando— es que mi capacidad para controlar muchas situaciones solo llega hasta cierto punto. Y en algunos casos, no llega a ningún lado. En tales ocasiones, dejarlo en manos de Dios es más fácil de decir que hacer; requiere práctica y disciplina además de obediencia y confianza en Dios. Me resulta difícil imaginar el valor que se supone Josué reunió para guiar a los israelitas hacia la Tierra Prometida, o el miedo que sintió Jonás al estar dentro del pez. Sin embargo, tanto Josué como Jonás, finalmente dejaron de lado sus temores para que el Señor obrara. Al jugar al golf, necesito recordarme constantemente de mantener la calma antes de dar un golpe. Necesito confiar en que el palo será quien completará la tarea y luego golpear. Al hacer todo esto, el resultado es mucho mejor. Lo mismo ocurre cuando me encuentro en una situación desafiante en el trabajo, en el marco de una relación complicada con un amigo o colega, o a punto de tomar una decisión. Confiar más en Dios y menos en mis propias capacidades puede hacer una gran diferencia.

Varias meditaciones de este número tratan sobre confiar en Dios. Tal vez desee volver a leer las meditaciones de los días 9 y 17 de julio y 4, 7, 10, 15 y 31 de agosto antes de responder a las preguntas que proponemos a continuación.

Preguntas para la reflexión:

1. ¿Cuándo le ha resultado difícil dejar de lado la confianza en su propia fuerza? ¿Cuáles fueron sus oraciones durante este tiempo? ¿Por qué es tan difícil ceder el control?

2. Reflexione sobre los personajes de las Escrituras que dudaron en aceptar la ayuda de Dios. ¿Por qué dudaron? ¿Cómo terminó la historia? De estar en esa situación, ¿qué haría usted de manera diferente?

3. Mencione tres ocasiones en las que Dios obró para su bien.



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Acerca de la guía de meditaciones

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Más detalles Imagen por: Guy MOLL