JONATHAN WILSON-HARTGROVE | Leer Jeremías 31:31-34
Jeremías sabía que la peor parte de ser profeta era tener que decirle al pueblo de Dios lo que no quería escuchar. A los falsos profetas de su época, como de la nuestra, les encantaba hablar de las cosas grandes y maravillosas que Dios iba a hacer. (Piense, «¡Dios quiere...
Dios misericordioso, ordena nuestros pasos hoy desde el verdadero centro que nos has dado a cada uno de nosotros. Amén.
Podemos mantener las apariencias externas por un tiempo limitado. En algún momento lo que está en nuestros corazones saldrá a la superficie. Dios entiende esto, por supuesto, que es la razón de la promesa en Jeremías. Dios promete un día en que la ley de Dios ya no será un estándar externo que estamos tratando de seguir, sino que estará escrita en nuestros corazones. A raíz de su pecado con Betsabé, David clama en el Salmo 51 por el perdón de Dios y un corazón nuevo. Las lecturas del Nuevo Testamento comienzan a enfocar nuestras mentes hacia el final de la vida de Jesús. La obra transformadora de Dios tiene un costo para Dios a través de la muerte de su Hijo, quien sufrió en obediencia, pero fue glorificado a través de su muerte.
Lea Jeremías 31:31-34. ¿Cuáles son las relaciones de pacto en su vida? ¿Cómo cumple su parte del pacto con Dios?
Lea el Salmo 51:1-12. ¿Cuáles son las cosas que abarrotan su corazón, limitando su disponibilidad para amar plenamente?
Lea Hebreos 5:5-10. ¿Cuándo ha ofrecido sus oraciones «con gran clamor y lágrimas» como lo hizo Jesús? ¿Cómo impacta su vida de fe conocer la vulnerabilidad de Jesús?
Lea Juan 12:20-33. ¿Cómo le ayuda este ejemplo del grano de trigo a entender la crucifixión y muerte de Jesús?
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