Evangelio según San Marcos 5:21-34
21
Jesús regresó en una barca a la otra orilla, y como una gran multitud se reunió alrededor de él, decidió quedarse en la orilla del lago. 22
Entonces vino Jairo, que era uno de los jefes de la sinagoga, y cuando lo vio, se arrojó a sus pies 23
y le rogó con mucha insistencia: «¡Ven que mi hija está agonizando! Pon tus manos sobre ella, para que sane y siga con vida.» 24
Jesús se fue con él, y una gran multitud lo seguía y lo apretujaba. 25
Allí estaba una mujer que desde hacía doce años padecía de hemorragias 26
y había sufrido mucho a manos de muchos médicos, pero que lejos de mejorar había gastado todo lo que tenía, sin ningún resultado. 27
Cuando oyó hablar de Jesús, se le acercó por detrás, entre la gente, y le tocó el manto. 28
Y es que decía: «Si alcanzo a tocar aunque sea su manto, me sanaré.» 29
Y tan pronto como tocó el manto de Jesús, su hemorragia se detuvo, por lo que sintió en su cuerpo que había quedado sana de esa enfermedad. 30
Jesús se dio cuenta enseguida de que de él había salido poder. Pero se volvió a la multitud y preguntó: «¿Quién ha tocado mis vestidos?» 31
Sus discípulos le dijeron: «Estás viendo que la multitud te apretuja, y preguntas: “¿Quién me ha tocado?”» 32
Pero Jesús seguía mirando a su alrededor, para ver quién había hecho eso. 33
Entonces la mujer, que sabía lo que en ella había ocurrido, con temor y temblor se acercó y, arrodillándose delante de él, le dijo toda la verdad. 34
Jesús le dijo: «Hija, por tu fe has sido sanada. Ve en paz, y queda sana de tu enfermedad.»