Carta de Santiago 3:3-12
3
A los caballos les ponemos un freno en la boca, para que nos obedezcan, y así podemos controlar todo su cuerpo. 4
Y fíjense en los barcos: Aunque son muy grandes e impulsados por fuertes vientos, son dirigidos por un timón muy pequeño, y el piloto los lleva por donde quiere. 5
Así es la lengua. Aunque es un miembro muy pequeño, se jacta de grandes cosas. ¡Vean qué bosque tan grande puede incendiarse con un fuego tan pequeño! 6
Y la lengua es fuego; es un mundo de maldad. La lengua ocupa un lugar entre nuestros miembros, pero es capaz de contaminar todo el cuerpo; si el infierno la prende, puede inflamar nuestra existencia entera. 7
La gente puede domesticar y, en efecto, ha domesticado, toda clase de bestias, aves, serpientes y animales marinos, 8
pero nadie puede domesticar a la lengua. Ésta es un mal indómito, que rebosa de veneno mortal. 9
Con la lengua bendecimos al Dios y Padre, y con ella maldecimos a los seres humanos, que han sido creados a imagen de Dios. 10
De la misma boca salen bendiciones y maldiciones. Hermanos míos, ¡esto no puede seguir así! 11
¿Acaso de una misma fuente puede brotar agua dulce y agua amarga? 12
No es posible, hermanos míos, que la higuera dé aceitunas, o que la vid dé higos. Ni tampoco puede ninguna fuente dar agua salada y agua dulce.