Tallado de La Última Cena

About The Carving

Comisionado para la apertura de la Capilla de El Aposento Alto ® en el 1953, el tallado en madera de la Ultima Cena de Leonardo da Vinci establece la atmósfera y el tema central de la capilla. Cincuenta artesanos trabajaron durante catorce meses bajo la dirección del escultor Ernest Pellegrini para crear la obra. Fue tallada en madera de tilo y de nogal y tiene 17 pies de largo y 8 pies de alto.

El punto central del tallado es la figura de Cristo. Se ha dicho que en la pintura original, el artista pintó el rostro más triste del mundo. El tallado captura el estado de ánimo en el momento cuando Jesús le dice a sus discípulos «Uno de ustedes me va a traicionar».

A la extrema izquierda de Jesús

El grupo uno incluye los apóstoles Bartolomé, Jacobo el menor y Andrés. Mientras más se aleja de Jesús desde el centro del tallado,más oscuros se tornan los discípulos. Este grupo de tres tiene dos hombres que son un poco más que nombres en los relatos del evangelio. No estamos aún seguros del nombre del apóstol representado por el personaje al extremo.

Bartolomé

Bartolomé es comparativamente desconocido en la mesa del Señor. La tradición lo denomina como el pensador del grupo. Realmente el es un poco más que un nombre en la compañía escogida.

Los tres evangelios sinópticos, Mateo, Marcos, Lucas y el libro de Hechos lo llaman Bartolomé. El evangelio de Juan no lo menciona por este nombre pero narra sobre Jesús llamando a un hombre Natanael para ser su seguidor. Esto lleva a muchas personas a creer que Bartolomé y Natanael eran la misma persona. Quizás Bartolomé era el nombre de familia y Natanael el nombre que le fue dado.

Independiente de como lo llamamos, nos encontramos aquí con un hombre que tiene una forma de pensar acerca de la religión. Leonardo lo muestra aquí después de que se ha levantado de sus pies, sosteniéndose de la orilla de la mesa y tambaleándose hacia el frente. Ahora está parado rígido. ¿Un traidor? ¿Quién? ¿Por qué? ¿Cómo? Bartolomé quiere saber. Pero está mudo.

Jacobo el menor

Jacobo el hijo de Alfeo o Jacobo el menor como es conocido, está representado detrás de Andrés. Jacobo extiende su mano hacia Simón Pedro para captar su atención. Sabemos muy poco sobre este hijo de Alfeo excepto que su madre estaba en la cruz. El no es orador o actor en el drama de la pasión. El es uno de los relativamente desconcocidos entre los apóstoles.

Pero la vida de Jacobo el menor, por su calibre y anonimato, representa a muchos miles de cristianos desconocidos: Personas conocidas sólo por Dios, quienes han servido valiosamente sin reconocimiento o aplauso.

Andrés fue el primero en exclamar:«Hemos hallado al mesías». Está sentado al extremo del grupo al lado de Jacobo el menor. Andrés sería también comparativamente desconcido, pero por una razón paradógica. Es el hermano de un hombre famoso. Cada vez que lo encontramos es presentado como Andrés el hermano de Simón Pedro. Es opacado por la estatura de su hermano famoso. Pero en su propio estilo silencioso es una persona importante.

El único vislumbre que tenemos de Andrés durante la última semana de la vida de Jesús es cuando Felipe se acerca a él con el mensaje de que hay «extranjeros» que quieren entrar. De una forma característica, Andrés no vacila. Va hacia Jesús. Le dice a Jesús que hay personas esperando con la solicitud, «Queremos ver a Jesús». Andrés tiene el honor de ser el primero en invitar a otras personas a venir a Jesús.

Hoy día muchas iglesias tienen el grupo San Andrés, donde pequeños grupos de cristianos se reunen para orar y estar en comunión. Como Andrés, ellos también salen como evangelistas, buscando a quienes necesitan de Cristo.

A la izquierda de Jesús

A la izquierda de Jesús, en el lugar de honor, está Juan. Inclinado hacia él para hablarle está Pedro. Y entre ellos dos tomando la bolsa con las monedas está Judas.

Pedro

Directamente detrás de Judas está Pedro. Se está  inclinando tratando de obtener la atención de Juan. Este es Pedro, el grande, un pescador tosco con un estilo rudo y hablar ligero.  En un momento impulsivo y en otro apologético, está por encima de todos los hombres de acción. En cualquier lista de los discípulos su nombre está siempre primero: "Simón que es llamado Pedror" y luego los otros.

Quizás la razón de su prominencia entre los discípulos es que el siempre está diciendo algo, siempre haciendo algo, siempre tomando el liderato.  Observe como surge en acción en esta escena de el aposento alto.

Note que la representación de Pedro por parte de Leonardo, en su emoción,  tomando el cuchillo por la empuñadura parece tenerlo contra la espalda de Judas. Este retrato de Pedro es verdadero casi real. 

Muy bien podemos preguntarnos por qué Jesús escoge a Pedro para ser uno de los doce, un hombre que puede de forma rápida prometer una cosa e inmediatamente hacer lo opuesto. Y justo en esta noche de la última cena juntos, Jesús ve más allá de Simón a el nuevo Pedro, la roca.

Judas

Leonardo no deja duda sobre la identidad del traidor en la mesa de la cena. Su rostro astuto; su mirada profunda, sus movimientos rápidos según instintivamente se retracta de las otras personas todos traicionan al traidor. Los rasgos de Juda delatan temor y enojo, emoción y resentimiento. Pero el es uno de los doce invitados al aposento alto para partir el pan en la Última Cena.

Empuña en su mano la bolsa de las monedas, símbolo de su falta. En su agitación, Judas golpea el envase de la sal con su codo. El derrame de sal es una señal siniestra de la fortuna adversa.

Artistas menos reconociodos han separado a Judas de los otros discípulos—solo en el extremo de la mesa o en el acto de abandonar la mesa. Pero Leonardo lo margina sicológicamente en lugar de físicamente. Su caracterización contundente de Judas es un toque magistral de parte del artista.

La hora esperada por mucho tiempo está a la mano. El cuarto para la visita ha sido preparado con cuidado meticuloso. La comida ha sido preparada. El vino de la Pascua y el pan están listos. Al menos los apóstoles están solos en el aposento alto con su Señor.

 Podemos escuchar a Jesús al decir: «He ansiado compartir esta Pascua con ustedes antes de que sufra; porque de cierto les digo que no comeré de ella hasta que sea cumplido en el reino de Dios ».

Ninguno entiende bien al principio lo que Jesús está diciendo; pero mientras comen, él lo hace claro. El dice: «De cierto les digo que uno de ustedes me va a entregar». Este es el momento que Leonardo da Vinci ha capturado para siempre.

Estas palabras vienen como un rayo para Judas. ¡Ha sido descubierto! El se echa hacia atrás, afectado por su consciencia culpable. Pero el también, hace eco de las exclamaciones de los otros discípulos que dicen : «¿Soy yo?».

Nadie sospecha de Judas. Nadie lo está señalando. Cada uno se pregunta en su corazón si de forma inadvertida ha traicionado a su Señor.

Juan

Los artistas plasman a Juan como un místico, muy modesto – el discípulo sin mencionar en el cuarto evangelio identificado como el que se recostó del pecho de Jesús en la Ultima Cena.

Este es el hombre que Leonardo plasma: Su rostro es tierno y bondadoso. Se sienta  a la derecha de Jesús en el lugar de honor. El es el único en la mesa que no se siente aludido por el reproche. No está protestando «Señor, ¿soy  yo?». Está sentado con un silencio desgarrador. Este es el Juan de la tradición y el arte. Está callado y sin pretensiones. No lleva barba. Tiene un rostro sereno y un espíritu de gozo y juvenil.

Hay una leyenda de que Juan vivió en Efeso durante los últimos años de su vida.  Cuando se dirigía a la congregación, siempre decía esta bendición: «Amados, amémonos unos a otros» Este es el Juan que Leonardo plasma.

Nuestros ojos están dirigidos hacia Cristo. En la obra maestra de Leonardo nos encontramos con la presencia imponente de Jesús, el Cristo.

Leonardo coloca a Cristo al centro del cuadro. En la pintura de La Ultima Cena, Leonardo coloca al Maestro frente a la ventana grande de manera que está inundado de luz. Todas las líneas de la pintura convergen en él. La afirmación impactante de Cristo hacia sus discípulos «De cierto les digo que uno de ustedes me va a entregar», motiva la conversación y la acción de cada grupo.

 Observe más de cerca la representación de Jesús que hace Leonardo. Nos conmovemos profundamente con el rostro del Salvador, a veces llamado el rostro más triste de toda la historia. Parece triste, sumiso, perdonador, como si tuviera la esperanza de que aun Judas pudiera arrepentirse en su corazón antes de que sea muy tarde.

 El rostro de Cristo fue la desesperación de Leonardo. Luchó asombrosamente con su interpretación del rostro y los rasgos de Jesús. Buscó las expresiones radiantes de Cristo entre los jóvenes de Milán. Hay una tradición que Leonardo expresó a su amigo Zenale su desesperación al no poder hallar a alguien con las expresiones radiantes de Cristo. La tradición afirma que Zenale le advirtió: «El error que tú has hecho, Leonardo, es tan grande que sólo Dios puede repararlo. No está dentro de tu poder o en el poder de otra persona el representar una medida tan alta de belleza y divinidad de la que ya le has dado a Jacobo el grande y a Jacobo el menor. Por lo tanto, tienes una deuda de dejar al Cristo incompleto».

 Leonardo dejó su pintura de Cristo incompleta. No se sintió digno de pintar algo tan maravilloso como los ojos de Cristo; así que los ojos están alicaídos. Su diseño original muestra a un Cristo sin barba con un rostro cálido juvenil, sincero y abierto. El rostro más triste pero más sensible en todo el arte está representado aquí.

Leonardo buscó manos para utilizarlas como modelo para pintar las manos de Cristo y llevó un registro en su libreta sobre cómo halló el modelo para las manos. La mano derecha de Jesús con la palma boca abajo parece indicar;«Si es posible, pasa de mí esta copa» Su mano izquierda con la palma boca arriba parece sugerir: «Sin embargo, que se haga tu voluntad y no la mía». Las manos de Jesús solas narran la historia de la naturaleza humana y divina que se encuentran en él.

A la derecha de Jesús

Los primeros tres discípulos a la derecha de Jesús son un boceto en contraste. Jacobo, en el frente; Tomás, parado justo detrás de él; y Felipe más retirado.

Reimpreso de The Last Supper por Howard Ellis, drerechos de autor © 2004 de The Upper Room. Todos los derechos reservados . No reproduzca sin permiso.

Tomás

 Inmediatamente detrás de Santiago está Tomás, a menudo llamado Tomás el incrédulo. Permanece en su lugar en la mesa y se inclina hacia adelante. Está moviendo su dedo hacia el rostro de Jesús en un  gesto como si preguntara: «Señor, ¿a dónde vas?». La naturaleza inquisitiva de este discípulo incrédulo es interpretada de forma magnífica por Leonardo da Vinci.

 La Biblia nos habla poco acerca de Tomás hasta que él llegó al aposento alto. El no puede creer la verdad de las palabras de Jesús aun en la noche de la última cena.

El escucha a su Señor diciendo: «Hijos míos por un tiempo estaré con ustedes». A medida que su maestro habla vemos la tortura en el rostro de Tomás, reflejando la lucha dentro de su alma según busca comprender más lo que Jesús está diciendo. Antes de que pueda hablar, otro discípulo, Pedro, formula su pregunta: «Señor, ¿a dónde vas? ».

Jesús responde: «A donde yo voy ustedes no me pueden seguir, pero más tarde me seguirán». Pero Tomás expresa su duda diciendo: «Señor, no sabemos a dónde vas; ¿cómo podemos saber el camino?».

Jacobo el mayor

Según leemos los evangelios, vemos que tres de los discípulos están más cerca de Jesús que los otros-- «Pedro y Santiago y Juan». Santiago es el miembro silencioso de este triunvirato alrededor de Jesús. 

Quizás es por eso que Leonardo ha colocado a Jacobo, el hermano de Juan, próximo a Jesús, a su izquierda. «Hijos del trueno» llamó Jesús a estos hermanos. Y usted puede ver por qué. Aquí en este cuadro Jacobo está explotando en un doble gesto de horror. Alarga sus brazos de forma impulsiva y le pregunta al maestro: «¿Soy yo, Señor?».

Pero de estos tres, Jacobo es usualmente el compañero silencioso. Pedro el líder innato. Juan un hombre cálido y profundo, seguro de dar una impresión. Pero Jacobo es un hombre firme de silencio.

Aunque habla poco, siempre está ahí cuando más se le necesita. Ahora está conmovido en la acción y en el hablar debido al anuncio de la traición. Está diciendo:«¿Soy yo, Señor?

Felipe

 Felipe se ha levantado. Interrumpe la conversación entre Tomás y su Señor. Que extraño lo que Jesus está diciendo: «Si me conoces, conocerás a mi Padre también». Esto es demasiado para Felipe. «Señor muéstranos al Padre».

El Felipe que conocemos en el relato del evangelio es un hombre firme, trabajador, un tipo de persona práctica. Parece simplemente demorarse en captar un gran concepto.

Vemos el rostro ansioso e inquisidor de Felipe a medida que reflexiona en las palabras de Jesús. La representación de Felipe de Leonardo enfatiza la perplejidad en los gestos y el rostro del hombre. El Maestro habla como si se estuviera separando de ellos. Seguramente esto no podría ocurrir. El rostro de Felipe muestra cuán atribulado y confuso está.

A la extrema derecha de Jesús

Lejos de Jesús a la derecha está el cuarto grupo de discípulos, Mateo, Tadeo y Simón el Zelote. Están temblando de la emoción. Cada línea del cuadro converge con el rostro de Cristo. El gesto de los apóstoles nos dirige a él. Mateo está con denuedo señalando hacia su dirección. Tadeo mueve bruscamente su dedo pulgar hacia el centro de la mesa. Simón el Zelote, al extremo de la mesa, está de cara al Señor.

Mateo

Aquí está el hombre que pocas personas aman. Los ciudadanos pasando por su entrada lo miran con amargura. Los religiosos que observan su trabajo sólo lo pueden ver como un siervo renegado del gobierno. El gobierno lo ve como un mal necesario. Pero un día un extraño lo ve como una persona.  Mateo siente un toque en su hombro. Escucha el sonido de una voz: «Sígueme» El observa un rostro y se levanta al momento. El es una nueva persona desde este día en adelante. Este cobrador de impuestos transformado en santo es escogido como uno de los invitados de honor al aposento alto para partir el pan en la Última Cena con Cristo Jesús.

En esta magnífica obra de La Última Cena, estamos viendo el rostro de un nuevo Mateo. Mateo invitó a sus viejos amigos y le presentó sus amiogos a su nuevo Maestro. El sentarse y partir el pan con un amigo es un acto de un pacto sagrado, tan sagrado que constituye una ley de hospitalidad no escrita. El partir el pan con otra persona le compromete con ella con su vida, con lazos de amor y lealtad.

Es por eso que Mateo muestra tal asombro. Parece susurrarle a Tadeao y a Simón : «¿Escuchaste lo que el está diciendo? ¡Uno de nosotros ha roto el pacto sagrado! ¡Uno de nosotros lo ha traicionado hasta la muerte!».

Tadeo

 Otra de esas personalidades entre los seguidores de Jesús de quien conocemos poco es Tadeo. Se mueve en las sombras al margen del grupo. Le llamaban Judas Tadeo.

Tadeo ha sido grandemente impresionado por la ovación del público que comenzó fuera de Betania y estalló en una entrada triunfal en la ciudad santa. Esto ocurrió el domingo, solo hacía algunos días. Tadeo y los otros estaban tan seguros que la hora de Jesús había llegado. Pensaron que esta serie de eventos tendría su momento climático con Jesús ascendiendo al trono de David  y haciéndose el Rey de Israel.

 Pero Judas Tadeo está impactado cuando escucha a Jesús decir :«Un poco más y el mundo no me verá más, pero ustedes me verán ; porque yo vivo, ustedes vivirán también».

Tadeo ya no puede resistir el suspenso. Expresa su pregunta, irrumpiendo en el mensaje de la última Cena. «Señor, ¿cómo es que te manifestarás a nosotros y no al mundo?».

Su pregunta es respondida por Jesús. Esta visión que tenemos de Tadeo en la mesa sobresale con un consuelo audaz.

Simón el Zelote

Una de las últimas personas que esperaríamos encontrar en el aposento alto es Simón el Zelote. Es el último hombre al final de la mesa. El nombre de Simón el Zelote delata el hecho de que él ha pertenecido al partido patriótico que teme y odia a Roma. Su nombre, Zelote, nos dice que el es uno de esos patriotas fanáticos  que creen que el reino de Israel y el reino de Dios son lo mismo.

En algún lugar en el camino, Simón el Zelote comenzó a descubrir  que Jesús no estaba obrando pra el tipo de reino que el esperaba. Quizás fue en el camino hacia Jerusalén que Simón finalmente vió su deseo caer al suelo. Jesús hizo claro que no iba a tomar a la ciudad por la fuerza.

 El pacto que Jesús hizo con sus discípulos le revela a Simón el papel que Cristo está escogiendo desempeñar. Intencionalmente Jesús escoge asumir todas las consecuencias de ser el siervo sufriente. El va a ser «burlado, azotado y crucificado».