Carta de la Directora Editorial

1 de noviembre, 2024 por Lindsay Gray

Lo que se suponía que era

Así que dio a luz a su hijo primogénito. Lo envolvió en pañales y
lo acostó en un pesebre, porque no había
lugar para ellos en la posada.— Lucas 2:7 (NVI)


Experimentamos un dolor particular cuando lo que hemos
anhelado y esperado no se realiza. Tenemos una sensación de
pérdida cuando lo que se suponía que era ya no es posible o hay
que hacer cambios. Cuando la vida se acorta por la enfermedad,
cuando el matrimonio que se suponía que iba a conducir a una
familia feliz y unida se disuelve, cuando se elimina el trabajo
que debería haber traído seguridad financiera y tranquilidad,
nuestro dolor puede ser abrumador.

La historia de Navidad está llena de decepción y dolor por lo
que se suponía debería ser. Se suponía que María y José se casarían
antes de dar a luz a una criatura. La posada que debería
haber proporcionado a María y José un lugar para quedarse, no
tenía habitación disponible — lo que los llevó a buscar refugio
en un establo junto a los animales. El Mesías se suponía que
sería un rey poderoso, no un bebé indefenso. Nada en este relato
resultó ser de la forma que hubiéramos esperado.

¡Gracias a Dios! Sí, gracias a Dios, porque en las expectativas
decepcionantes y en los giros inesperados de la historia, recibimos
a Emanuel — un regalo mucho mayor que el que buscamos
incialmente. Dondequiera que vayamos, cualesquiera que sean
las decepciones que suframos, el niño Jesús es el don de Dios
de esperanza para el mundo, recordándonos
dejar a un lado lo que se suponía que debía
ser y aceptar el milagro de Dios con nosotros.

— Lindsay L. Gray,
Directora Editorial,
Th

e Upper Room


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Imagen por: Guy MOLL