Ejercítate para la piedad; porque el ejercicio corporal es poco
provechoso, pero la piedad es provechosa para todo, pues cuenta
con promesa para esta vida presente, y para la venidera.
— 1ª a Timoteo 4:7-8 (RVC)
El versículo citado es un buen recordatorio del principio
central de la formación espiritual: la certeza de que hemos na-
cido para disfrutar de una relación significativa y comprometida
con Dios. Nos hacemos mucho más humanos a medida que
aprendemos a reflejar la imagen del Dios que nos ha creado.
Se puede hallar modelos de formación espiritual a lo largo
de la Escritura, entre ellos las enseñanzas de Jesús sobre la ora-
ción y el discipulado. En sus cartas, el apóstol Pablo enfatiza
además la importancia de las disciplinas espirituales, como en
Colosenses 3:16 donde escribe: «La palabra de Cristo habite
ricamente en ustedes. Instrúyanse y exhórtense unos a otros con
toda sabiduría; canten al Señor salmos, himnos y cánticos espiri-
tuales, con gratitud de corazón».
Mediante el poder del Espíritu Santo es posible comprome-
terse fielmente en las disciplinas espirituales y comenzar a refle-
jar la vida de Cristo. Esta transformación no es un evento único,
sino un proceso que se desarrolla a lo largo de la vida y requiere
perseverancia, autoconciencia, autoperdón y disciplina.
Por último, la formación espiritual no es solo una búsqueda
individual sino comunitaria. Somos llamados a viajar juntos en
la fe, apoyándonos y alentándonos unos a otros a lo largo del ca-
mino. Esto se puede ver en el énfasis de la iglesia primitiva en la
hermandad, la adoración y compartir el pan
juntos. Que hallemos formas renovadas para
cargar unos las cargas de los otros y a crecer
en gracia para compartir las buenas nuevas
de Jesús con un mundo doliente.
— Kimberly Orr
Editora mundial,
The Upper Room