UN ESPÍRITU GENEROSO

1 de mayo, 2018 por Amy Skerratt

Al crecer tuve la fortuna de ser testigo de la generosidad
de mis padres. Mamá estaba siempre dispuesta a ofrecer su
tiempo y dones. Lideró mi grupo de niñas exploradoras, colaboró
como voluntaria dando clases en la iglesia, y brindó su
tiempo a distintas organizaciones de nuestra comunidad. Papá
entrenaba a sus cuatro hijos en distintos deportes, beísbol,
fútbol, natación y fútbol americano. Él apoyaba la comunidad
mediante su actividad empresarial y siempre regalaba una
sonrisa franca a quienes lo rodeaban.
Mi padre falleció en septiembre de 2016. Aunque me siento
devastada por su ausencia aún me inspiran su generosidad y
el legado que dejó en 55 años. El espíritu generoso de mi padre
alcanzó la vida de muchas personas. Entregó su tiempo, apoyo
financiero y dones sin esperar nada a cambio. Su fe, construída
sobre una base de amor, seguridad y confianza, reflejó su vida
y espíritu generoso.
Cuando pienso en mi padre vienen muchos recuerdos a
mi mente. Recuerdo un incidente que ocurrió en el centro
de ventas de autos que mi padre poseía. Un día mientras almorzaba
con mi padre en su oficina, llegaron a la oficina el
gerente de servicios y un cliente enojado. Le pregunté a mi
padre si debía retirarme de la oficina pero me dijo que me
quedara. Mientras el cliente contaba su problema, recuerdo
a mi padre preguntándole si había sido error del mecánico el
daño a las bujías que ocasionaron la reparación costosa del camión.
Finalmente el cliente se percató de que el problema fue
causado por su hijo y no por ninguno de los mecánicos de la
empresa. Aun así, el ciente le indicó a mi padre que él no podía
costear la reparación. Sin vacilar mi padre le ofreció un descuento
en el costo de la reparación, aun cuando no fue la culpa
de los mecánicos ni del departamento de servicios al cliente.
Recuerdo que le pregunté a mi padre por qué le ofreció el descuento
cuando no fue la culpa del centro de ventas de auto. Mi
padre me respondió: «No se trata de cuánto puedo obtener de
ese cliente, se trata de cúanto le puedo ofrecer».
En mi carácter de gerente de relaciones con los contri-

buidores finacieros de The Upper Room, me sorprende constantemente
la generosidad de nuestros donantes y el apoyo
que recibimos. Su generosidad me recuerda las lecciones que
aprendí de mi padre; la lealtad de nuestros donantes mensuales
y su firme compromiso con los ministerios de The Upper
Room me animan, al igual que sus acciones. Admiro la disposición
de quienes nos apoyan, que dan sin esperar nada a cambio,
y me recuerda todo lo que Jesús nos brindó durante toda
su vida, su ministerio y su muerte. Jesús dijo: «Al que te pida,
dale; y al que quiera tomar de ti prestado, no le vuelvas la espalda
» (Mateo 5.42, NVI). Mi padre y los donantes que apoyan
la obra de The Upper Room me recuerdan poner en acción las
palabras de Jesús cada día de mi vida.

Preguntas para la reflexión:
1. Quién/quienes le(s) inspira(n) por su compromiso generoso
de brindar ayuda a los demás? ¿Cuál es la lección más importante
que aprendió de esta(s) persona(s)?
2. Enumere algunas formas en las que dejará un legado de fe
para otras personas. ¿Por qué es esto tan trascendente para las
generaciones futuras?
3. Trate de recordar algún momento en que fue usted el receptor
de un acto de generosidad o compasión. ¿En
qué le resultó significativa esta experiencia?
¿Qué aprendió acerca de ayudar a los demás?

Amy Skerratt
Gerente de relaciones con los
contribuidores fiancieros.


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