Jesús dijo: Más bien, aquel de ustedes que quiera hacerse grande será su servidor, y aquel de ustedes que quiera ser el primero, será su esclavo. Porque ni siquiera el Hijo del Hombre vino para ser servido, sino para servir y para dar su vida en rescate por muchos.
— Marcos 10:43-45 (RVC)
Durante la Cuaresma, tiempo de introspección y espera, Jesús es nuestro guía más humilde y santo. Es el ejemplo de lo que significa ser plenamente humano a la luz de la gracia restauradora de Dios.
En los versículos citados, Jesucristo se refiere así mismo como «el Hijo del Hombre», honrando lo que significa ser humano y revelando la nueva esperanza posible en él. Jesús eligió «la naturaleza de siervo» y volverse «semejante a los seres humanos» (Filipenses 2:7, NVI). Vino a restaurar a la humanidad su gloria pasada y llevarnos de la muerte a la vida nueva. Jesús también trajo claridad al pasaje que aparece en el libro de Daniel 7: 13-14 donde «alguien semejante a un hijo de hombre» es visto en el trono de Dios. Jesús es el único que podía llevar a la humanidad a la vida nueva con el propósito de traer una esperanza renovada al mundo a través de su cuerpo, su iglesia; porque como el apóstol Pablo escribió : «Pero tenemos este tesoro [el evangelio] en vasos de barro [cuerpos humanos], para que se vea que la excelencia del poder es de Dios, y no de nosotros… siempre llevamos en el cuerpo, y por todas partes, la muerte de Jesús, para que también la vida de Jesús se manifieste en nosotros» (2ª a los Corintios 4:7, 10, NVI).
Que, al transitar esta Cuaresma, comencemos a comprender que ser humanos es exactamente lo que Dios necesita que seamos. Cuando permitimos que nuestra humanidad recupere su vigor mediante el Espíritu de Dios, nos convertimos en medios para brindar luz y vida a quienes nos rodean.
— Reverenda Kimberly Orr
Editora Mundial The Upper Room