Lanzar nuestras redes

11 de febrero, 2020 por Jorge Berrios

Quienes me conocen pueden atestiguar de que soy un poco inflexible en mis hábitos establecidos. Aunque todos tenemos nuestros hábitos, me mantengo a una rutina fija mucho más que otros. Cuando me detengo a pensar en todas las cosas que hago cada día —a la misma hora cada día— me quedo sorprendido y un poco perplejo. No me gusta desviarme de mi rutina, y aun una interrupción menor me puede dejar un poco desorientado algunos días y, sin duda, malhumorado en otros.

La rutina puede ser buena, pero a veces puede convertirse en atolladeros que me impiden vivir la vida plena que Dios desea para mí. Un atolladero puede ser cualquier cosa, desde un mal hábito hasta el descuido. Hablando de mi propia experiencia, una rutina se convierte en un atolladero cuando no puedo imaginar ninguna otra manera de hacer algo — ya sea otra manera de comenzar o terminar mi día, otra forma de responder a una situación específica de mi vida, otra forma de hacer frente a un desafío o dificultad.

Al reflexionar cómo salir de los atolladeros, pienso en la historia de Pedro, Tomás, Natanael y los otros dos discípulos que estaban pescando en el Mar de Galilea, según el evangelio de San Juan 21. Las Escrituras dicen: «...se embarcaron, pero esa noche no capturaron nada» (v. 3, NVI). De pie en la orilla, Jesús les pregunta si han tenido éxito con la pesca. Ellos dicen que no. Entonces Jesús les dice que tiren la red al lado derecho de la barca. «Así lo hicieron, y era tal la cantidad de pescados que no podían sacar la red» (v. 6). Solo puedo imaginarme lo que los discípulos pensaron sobre esta experiencia y qué aprendieron de ella. Me gustaría pensar que la próxima vez que se encontraron en una situación similar —repitiendo la misma tarea una y otra vez sin resultados— recordaron aquella noche en el Mar de Galilea y cómo un pequeño cambio marcó una gran diferencia.

Romper con los viejos hábitos y las rutinas desgastadas puede ser extremadamente difícil, aterrador y un contratiempo ansioso. A menudo implica abandonar algo sin lo cual, en nuestro pensar, no podemos vivir; aún, a fin de cuentas, si permanecemos en nuestros atolladeros, nos quedaremos con nada, al igual que los discípulos.

Este año, he decidido que cuando me encuentre en un atolladero me imaginaré a Jesús parado en la orilla invitándome a tirar mi red al otro lado de la barca. Mi promesa a mí mismo es que aceptaré la invitación de Jesús para probar algo diferente. ¿Quién sabe lo bueno que podrá resultar?

¿Qué mejor momento que el comienzo del año para empezar una nueva rutina inspiradora o romper con un hábito que nos hace refrenar? ¿Qué mejor momento para dejar lo viejo y aceptar las nuevas oportunidades que Dios nos ofrece? No hay mejor momento que ahora mismo para tirar nuestras redes al otro lado de la barca.

Varias meditaciones en este número tratan sobre dejar de lado lo que nos hace refrenar y aceptar las oportunidades que Dios nos ofrece. Sería provechoso leer nuevamente las meditaciones del 4, 7, 9, 15, 23 de enero y 1, 13, 18, 23, 29 de febrero antes de responder a las preguntas de reflexión a continuación.

Preguntas para la reflexión:

1. ¿Qué hábito viejo o rutina le gustaría romper en el próximo año? ¿Qué hábito nuevo le gustaría adoptar?

2. ¿Se describe a sí mismo como una persona que se sujeta a la rutina o no? ¿De qué manera pueden ser útiles las rutinas y los hábitos? ¿En qué formas pueden ser de poca ayuda?

3. ¿Cuándo en su vida ha «tirado su red al otro lado»? ¿Que pasó? ¿Qué le enseñó esta experiencia?

Andrew Garland Breeden Editor de Adquisiciones


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Acerca de la guía de meditaciones

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