Lo que hacemos con nuestro dinero y nuestro tiempo indica quiénes somos y lo que amamos. Si creemos que todas las criaturas son importantes, nuestras donativos lo reflejarán. Como dice David Steindl-Rast, un monje benedictino y autor: “La abundancia no se mide por lo que entra, sino por lo que sale”. La generosidad es la oración en acción. El dar a otra persona es algo poderoso. Esto crea relaciones y extiende nuestros valores hacia el mundo.
Esta noción de la generosidad desafía nuestras normas culturales individualistas y materialistas. El dar es una práctica espiritual tan potente porque demuestra que necesitamos unos de otros. Y muestra que el reunir más cosas y experiencias no es el significado de la vida. Necesitamos más relaciones, no cosas o experiencias.
El dar a otras personas no es una posibilidad para quienes ya están viviendo dependiendo o por encima de sus medios. No hay nada adicional para compartir. Por eso es que tenemos que vivir con menos de lo que tenemos, ahorrando lo adicional para compartir con otras personas. Además, podemos donar nuestros artículos que no necesitamos a las organizaciones sin fines de lucro y proveer ayuda a quienes la necesitan.
Cuando aumentamos nuestra disposición a dar y nuestra capacidad para dar, solo hay algo más que necesitamos— amor. Sin amor, el dar es un ejercicio vacío. Así que, guiados por el amor de Dios en nosotros, vemos las necesidades y damos de nuestra abundancia para ayudar a otras personas. Eso es la oración en acción.
¿Cómo vamos a responder a los mendigos en la calle? Si le damos a ellos ¿no van a simplemente dar la vuelta y comprar drogas o alcohol? ¿No estamos empeorando el problema por nuestra generosidad?
Jesús dijo: “Dadles vosotros de comer” . No dijo den excepto cuando piensen que lo utilizarán para compras no saludables. No tenemos directrices sobre cuando no dar. Jesús solo nos dijo que seamos generosos. Aquí hay algunas ideas acerca de lo que debemos hacer cuando personas extrañas nos piden dinero.